¿Será el viaje o la compañía?

Un viaje inesperado, una compañía peculiar y un destino surrealista dan lugar a una reflexión hilarante de la vida diaria. ¿Lo mejor? Todo lo que aprendí… y cómo un juego de maletas marcó el final más absurdo (y útil) del trayecto.

¿El viaje, la compañía o el destino?

¿Sabes ese momento en el que dices: “Me merezco unas vacaciones”? Pues sí, yo también lo dije. Y lo grité tan fuerte que mi vecino pensó que era un ataque de ansiedad.

La cosa es que llevaba meses soñando con una escapada, algo tipo «Come, reza, ama», pero más como «Come, quéjate, siesta». Ya sabes, reflexiones de la vida diaria con humor, de esas que empiezan por una tontería y acaban con una maleta en llamas. Literalmente. Pero vamos por partes, que esto tiene más giros que un culebrón turco.

El día que decidí viajar… con mi primo Paco

Todo comenzó un jueves. Mal día, lo sé. Pero cuando llevas dos meses con la misma taza de café y los mismos pantalones de estar por casa, cualquier día parece épico. Llamé a Paco. Mi primo. Ese que siempre lleva un bocadillo de lomo en el bolsillo “por si acaso”. ¿Compañía ideal? No. ¿Disponible y con coche? Sí. Así que palante.

— ¿Y dónde vamos? —me preguntó mientras se subía la bragueta.

— No lo sé, pero lejos de aquí. A donde el GPS se rinda.

Y así empezó el viaje que cambiaría nuestras vidas… o al menos nuestras expectativas de higiene personal.

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Reflexiones que sacan sonrisas… y un susto al corazón

A los diez minutos, Paco ya había puesto música de Camela, sacado el bocata y abierto un paquete de toallitas húmedas “por si pillamos polvo cósmico”. Y entonces lo entendí. No importaba el destino. Lo que importaba era con quién ibas. O en este caso, a quién ibas soportando.

Paramos en una gasolinera. Él compró una figura de Papá Noel bailarina (en abril). Yo, un café que sabía a neumático con anís. Pero entre risa y risa, entendí una cosa: la vida no es esa foto perfecta de Instagram con el hashtag #wanderlust. La vida son flatulencias en un coche viejo, conversaciones sin sentido y reírte cuando todo va mal.

Cuando el Bentley apareció

¿Y cuándo todo se volvió aún más surrealista? En un área de servicio de Burgos. Ahí, aparcado al lado de nuestro Peugeot con la puerta atada con cinta americana, había un Bentley. Brillante, majestuoso, con un reflejo tan perfecto que vi mi alma… y mi camiseta de pijama.

— ¡Tú vales más que ese coche! —me dijo Paco, mientras le echaba una miradita al tubo de escape del Bentley como si fuera arte moderno.

Y en ese momento de locura, se nos ocurrió hacer una foto “con clase”: yo recostado sobre el capó del Bentley. Resultado: alarma activada, carrera de dos kilómetros, y una señora que nos gritaba “¡delincuentes del alma!”.

La maleta, Paco… LA MALETA

Y ahí vino el drama. Nuestra maleta —una reliquia familiar que ya tenía más kilómetros que un taxista en feria— decidió explotar. Literal. Se abrió como flor en primavera y esparció nuestros calzoncillos por todo el aparcamiento. Imagina tú, mis gallumbos con estampado de aguacate, volando como banderas de rendición.

Fue ahí, entre carcajadas y vergüenza, que entendimos que no era el destino, ni la compañía, ni siquiera el coche robado (digo, prestado por la vida). Era la maleta. La maldita maleta.

La solución no vino del cielo, vino de Amazon

Al volver a casa, juramos cambiar nuestras vidas: comer mejor, meditar, dejar de huir de alarmas de coche… Y por supuesto: comprar un juego de maletas decente. Porque uno nunca sabe cuándo el universo decidirá avergonzarte en público.

Encontré uno que no solo tiene ruedas que giran como si tuvieran coreografía, sino que además es resistente, ligero y parece diseñado para aguantar a Paco encima bailando flamenco. Si alguna vez sentís que os hace falta renovar las ganas de viajar (o simplemente no queréis acabar recogiendo ropa interior por la autopista), dadle un vistazo. En serio.

Moraleja final con toques de humor:

No es el destino, no es la compañía (aunque Paco tiene lo suyo). Es el cómo vives el viaje. Y créeme, se vive mejor con una buena maleta, un poco de humor y muchas reflexiones que sacan sonrisas.

 

¿Te ha pasado algo parecido? ¿Te has ido de viaje con alguien que no debería ni salir del barrio?

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