Mi smartwatch me ha convertido en semidiós

Te cuento, con humor y sarcasmo en cada línea, cómo un smartwatch con batería de 10 días y resistencia al agua me convirtió en una criatura superior (o casi).

Mi smartwatch es mi nueva religión

El inicio de mi ascenso a la inmortalidad.
¿Sabes ese momento en el que te compras algo y piensas: «Esto me cambiará la vida»? Pues yo lo viví. Bueno, más bien lo sobreviví, que no es lo mismo. Todo comenzó con una pequeña decisión de mente estratégica: cambiar mi viejo reloj de cuerda, que iba más atrasado que las obras del Escorial, por un smartwatch de batería eterna y resistencia al agua. Ahora ni como, ni duermo, ni sé si sigo siendo humano.

Y como no podía ser de otra forma, hoy vengo a contarlo con humor y sarcasmo en cada línea, porque aquí hemos venido a reírnos… y a que engancha el pensamiento crítico de paso.

Un reloj, una mente estratégica… y hambre cero

Mi pequeña historia llena de picardía empieza un día cualquiera, de esos en los que te prometes cambiar tu vida porque sí, porque ya es hora de hacer algo que no implique solo cambiar de canal en Prime.

Así que, motivado por una mezcla entre aburrimiento existencial y ganas de posturear en Instagram, me agencié un Apple Watch. Y amigos, desde ese momento, mi vida pasó de ser un drama cotidiano a un capítulo de «Black Mirror» pero con más gracia.

Este cacharro, que aguanta 10 días sin pasar por el cargador y es más resistente al agua que una croqueta a la dieta, empezó a controlarme:

  • Me mide los pasos (aunque vaya arrastrándome como un zombi).
  • Me recuerda beber agua (aunque yo quiera un café).
  • Me felicita por respirar (gracias, campeón).
  • Y me sugiere meditar, incluso cuando estoy en el metro apretado como una sardina.

Una mente estratégica como la mía pensó: «Perfecto, ahora no necesito pensar. ¡Soy libre!»
Error. Ahora soy esclavo de un reloj que, literalmente, sabe más de mí que mi propia madre.

TE PUEDE INTERESAR

¿Dónde va el tiempo cuando nadie lo ve?

La revelación divina (y acuática)

Un día, mientras lavaba los platos (¡porque la adultez es así de sexy!), mi querido smartwatch, ese Omega del siglo XXI, empezó a vibrar como si le hubiese dado un ataque epiléptico. Resulta que había detectado «actividad acuática intensa».

¿Yo? ¿Deportista? ¡JA!.

Entre risas y sarcasmos, entendí: mi reloj pensaba que estaba haciendo natación sincronizada con los platos. Y ahí, en ese momento casi divino, comprendí algo que cambió todo: no necesitaba comer, ni dormir, ni hacer nada más que obedecer a mi nuevo dios electrónico.

¿Quién necesita pan cuando tienes notificaciones de «¡bien hecho!» cada vez que das tres pasos hasta el frigorífico?

El smartwatch no cura el hambre, pero entretiene

Desde entonces, vivo casi como un monje moderno. Gracias a que mi Apple Watch aguanta 10 días como un campeón, no tengo que preocuparme por cargarlo cada noche, lo que me da más tiempo para otras prioridades, como evitar responsabilidades o inventarme excusas para no ir al gimnasio.

Ah, y además, resiste al agua mejor que yo al llanto en bodas ajenas, por lo que ya no temo que mi vida social de domingo bajo la lluvia lo deje KO.

Y ahora, querido lector, si tú también quieres convertirte en una criatura casi inmortal, resistente y orgullosamente gobernada por un mini-robot en tu muñeca, te dejo aquí esta joyita tecnológica. No porque te obligue, sino porque, si has leído hasta aquí… algo de mente estratégica tienes también.

Porque, seamos sinceros, todos necesitamos un smartwatch que nos diga cuándo respirar.

¿Listo para dejarte llevar por la sabiduría de tu muñeca?

 

Y empieza tu camino hacia la semi-inmortalidad moderna. ¡Haz clic y ríete de la humanidad junto a mí!


¡A UNA CARCAJADA DE DISTANCIA DE LA SIGUIENTE HISTORIA!

Cómo no volverse loco haciendo la compra

La importancia de escuchar

 

Deja un comentario