Una historia tan absurda como hilarante: mi reloj decidió volverse loco y mi vida giró con él. Entre charlas absurdas y sudores inesperados, descubrí que un ventilador de cuello podía ser el verdadero héroe del verano.
El reloj no marcaba las horas, solo daba vueltas sin parar
Cuando tu día empieza con una traición… del reloj. No me considero una persona exigente. Si el café tiene más sabor a calcetín que a grano, lo tomo igual. Si el vecino arranca el taladro a las 7:03, le deseo lo mejor con su reforma… mientras maldigo en bajito. Pero lo de hoy, amigos, ha superado todos los límites de la paciencia humana y del termómetro corporal.
Veréis, me desperté con la sensación de haber dormido seis minutos. No horas. Minutos. Miré el reloj. Las agujas daban vueltas como si bailaran una sardana sin sentido. El reloj no marcaba las horas, solo daba vueltas sin parar, como mi mente cuando intento hacer cuentas sin calculadora. Y eso, ya os lo digo, solo puede significar una cosa: caos.
El tiempo es relativo… pero el sudor no
Mi primera reacción fue lógica: mirar el móvil. Pero claro, estaba sin batería, porque anoche me dormí viendo vídeos de gatos que hacen yoga en Aman Resorts (lo sé, tengo una vida intensa).
Así que, sin saber si eran las seis de la mañana o las tres de la tarde, decidí actuar como todo adulto funcional haría: me duché, me vestí y salí de casa con paso decidido. Por supuesto, olvidé las llaves, la cartera y, lo peor de todo… olvidé que era sábado.
¿Y sabéis qué pasa cuando te lanzas al mundo un sábado a las siete de la mañana creyendo que vas a trabajar? Exacto: te conviertes en una criatura mitológica. Nadie te ve, pero todos te juzgan. Y encima hacía un calor que ni en el interior de un horno pre-calentado.
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Charlas absurdas de la vida real
Intenté refugiarme en un bar. Mal movimiento. El camarero, con cara de haber dormido en una silla, me miró y dijo:
—¿Otro madrugador confundido?
Me limité a asentir. Ahí, entre tostadas que no eran mías y gente que no sabía si estaba desayunando o cenando, surgió una de esas charlas absurdas de la vida real que solo se dan entre desconocidos con croissants en la mano.
Una señora me contó que una vez su reloj le marcó el año 2098 y desde entonces solo confía en los relojes de sol. Otro tipo juró que su microondas da mejor la hora que su Rolex. Y yo, sudando como si llevara puesta una sauna portátil, pensé: Ojalá algo me refrescara la vida, y no solo en sentido filosófico.
El momento ventilador (y de epifanía)
Fue entonces cuando vi a una chica con un aparato alrededor del cuello que parecía sacado de una peli futurista. Pero no, no era un collar de castidad cervical ni un casco invisible. Era un ventilador de cuello. ¡Y funcionaba! Se le movía el flequillo con una brisita digna de las Bahamas, mientras yo seguía envuelto en mi propia nube de humedad personal.
La mente, aún cautivada por el absurdo del día, tuvo un momento de claridad. ¡Esa era la solución! No a mis problemas existenciales, pero sí a mi lucha diaria contra el calor, los relojes traicioneros y las decisiones erróneas pre-café.
El giro inesperado (literal y figurado)
Volví a casa —con ayuda de un cerrajero y cincuenta euros menos—, recargué el móvil, descubrí que eran las 9:12 y no tenía que estar en ningún sitio. Pero había aprendido varias cosas:
- Los relojes locos no merecen tu confianza.
- Las charlas absurdas a veces dan buenas ideas.
- El ventilador de cuello es el nuevo superhéroe del verano. Sin capa, pero con brisa.
- Y que nunca subestimes el poder de una buena historia… especialmente si incluye calor, caos y tecnología útil.
¿Te ha pasado algo parecido?
Si tú también has sufrido en silencio mientras el sol te derretía el alma y tu reloj decidía tomarse vacaciones, te entiendo. Y te digo, sin rodeos: un ventilador de cuello puede salvar tu día más de lo que imaginas. No va a devolverle el juicio a tu reloj, pero te aseguro que te hará olvidar el sudor existencial.
¿Tú también tienes historias absurdas con relojes, calor o gadgets salvadores? ¡Cuéntamelo en los comentarios! Y si quieres leer más relatos igual de surrealistas, suscríbete al blog y vente a este rincón de locura con risas garantizadas (y sin termómetro mental).