Este pasillo me tiene frito: ¡basta ya!

Un relato cargado de humor y sarcasmo sobre cómo un pasillo puede volverse tu peor enemigo. Entre risas, frustraciones y un smartwatch fashion, descubrirás cómo sobrevivir con estilo (y algo de cordura).

El enemigo vive en mi casa

Vale, os lo tengo que contar. No puedo más. Mi terapeuta dice que lo exprese, que lo verbalice, que le dé forma a mi trauma. Así que aquí estoy, escribiendo en mi blog con la esperanza de que alguien, por lo menos tú, querido lector, entienda lo que supone vivir bajo el yugo… de un pasillo.

Sí, has leído bien. Este pasillo me tiene harto, no lo soporto, lo odio. Y tú lo disculpas. Lo odias y luego le echas una risa, como si fuera una anécdota de esas para contar con cervezas. Pero no, amigo. Este pasillo no es gracioso. Es una trampa mental. Un laberinto de frustraciones. Un túnel sin amor. Un lugar donde los calcetines desaparecen misteriosamente, las luces parpadean con intención demoníaca, y siempre, siempre hay una corriente que te hace sentir como si vivieras en Mordor con aire acondicionado.

Una historia de terror doméstico

Todo empezó inocentemente. Me mudé a este piso porque tenía “buenas vistas”, una cocina abierta y espacio para mi bici estática (la cual, por cierto, sigue inmaculada y virgen desde 2022). Pero lo que no vi venir era ese maldito pasillo kilométrico, más largo que la espera de un WhatsApp en visto.

Al principio lo toleraba. Incluso intenté decorarlo con un póster motivacional que decía: «Elige tu destino.» Qué irónico, ¿verdad? Porque el destino que elegí fue tropezarme cada mañana con una esquina traicionera y jurar en arameo mientras busco las llaves que misteriosamente siempre se esconden al final del pasillo.

A veces me imagino cámaras ocultas, como si viviera en un reality para mentes despiertas: Gran Hermano: Pasillo Edition. Y yo ahí, en bata, compitiendo contra el tiempo y mi dignidad.

TE PUEDE INTERESAR

El misterio de la mochila perdida

El día que me enfrenté al pasillo (y perdí)

Todo colapsó el martes pasado. Salía tarde para el trabajo, media tostada en la mano, la otra luchando por meterme el zapato izquierdo mientras el derecho desaparecía (gracias, pasillo). Me lanzo en carrera, rollo ninja con sueño, y ¡ZAS! Mi pie derecho, el perdido, se había aliado con la alfombra.

Caída libre. Dolor. Humillación. Repetición mental en cámara lenta.

Y justo ahí, en ese glorioso momento donde mi frente tocó el suelo como si fuera una reverencia al dios del caos, me di cuenta: necesitaba ayuda.

No terapia, no feng shui. Necesitaba control, estilo, tecnología. Porque si algo iba a seguir arrastrándome por el pasillo, al menos que fuera con elegancia. Y ahí entró mi nuevo amor: el smartwatch fashion para hombre.

No vencí al pasillo, pero lo controlo

No os voy a mentir. El pasillo sigue ahí, desafiante, oscuro, juzgando mi existencia como una suegra silenciosa. Pero ahora, con mi smartwatch fashion, lo afronto con otra actitud.

¿Que me dejo las llaves? El reloj me recuerda.
¿Que me estreso? Mide mis pulsaciones (y mi odio).
¿Que pierdo el móvil en el salón y lo escucho vibrar como si estuviera en Marte? Localización vía reloj. Boom.

Y lo mejor: me siento como si tuviera un Lamborghini en la muñeca. Sí, de esos que no puedo pagar, pero que me hacen parecer que puedo. Porque ser funcional no está reñido con tener clase, aunque estés descalzo en un pasillo de los infiernos.

No es sólo un pasillo, es una metáfora (o eso digo para no llorar)

Así que sí, odio este pasillo, y tú lo disculpas. Pero ahora, al menos, lo recorro con dignidad. A veces, incluso bailo mientras lo cruzo. ¿Por qué? Porque tengo música en la muñeca, estilo en el brazo y la certeza de que, por muy largo que sea, mi cerebro atrapado sigue resistiendo.

Y si tú también sientes que la vida te lanza pasillos infinitos con esquinas asesinas y luces traicioneras…
Igual necesitas algo que te recuerde que tú mandas.

¿Te identificas?

Pues quizás sea hora de elegir tu destino con un smartwatch que no sólo te da la hora, sino que te devuelve el poder… y el flow. Mira estos modelos fashion para hombre, porque sí, tú también puedes recorrer tus pasillos (y tus días) con clase.

 

¡Cuéntamelo tú! ¿Qué parte de tu casa te tiene frito? Déjamelo en los comentarios y compartamos la terapia. Ah, y si te gustó el post… ¡compártelo! No cuesta nada, y a mí me ayuda más que diez pasos en ese pasillo maldito.


¡A UNA CARCAJADA DE DISTANCIA DE LA SIGUIENTE HISTORIA!

El librero que no sabía leer ni escribir

Odio los lunes… ¿o es otra cosa?

Conversaciones en baños públicos

 

Deja un comentario