En medio del caos cotidiano, me quedo sin batería en el móvil justo cuando necesito hacer una llamada urgente. Una historia real, cómica, sarcástica y muy humana que demuestra que si hay una mínima posibilidad de fallar, la vida se encargará de usarla.
Me quedo sin batería justo cuando necesito hacer una llamada urgente
Si hay una mínima posibilidad de fallar, lo haré. Esta frase no es un dicho, ni un chiste, ni una exageración. Es mi lema. Mi filosofía de vida. Mi horóscopo personalizado. Y hoy, una vez más, se cumplió con puntualidad británica.
El inicio del fin (también conocido como miércoles)
Todo empezó como empiezan todas mis desgracias: con buena intención. Miércoles, 8:30 de la mañana. Me levanto con esa energía engañosa de quien cree que esta vez sí va a organizar su semana. Me ducho. Desayuno. Hasta me pongo desodorante, fíjate tú.
Y justo cuando creo que estoy conquistando la vida… suena el móvil.
Mi madre. Alerta roja.
—¿Puedes pasarte por casa a mirar el router? Dice que la luz parpadea como si estuviera en una rave.
Suspiré, me puse los zapatos sin calcetines (error 1), cogí el móvil con un 12% de batería (error 2) y salí corriendo sin el cargador (error 3 y definitivo).
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El momento de la verdad
Llego a casa de mi madre, que me espera como si fuera un técnico de la NASA. Me lanza el router como quien lanza una granada. Lo reinicio. Todo arreglado. Me siento héroe. Le robo un trozo de tortilla. Todo bien.
Hasta que…
—Ay, hijo, ya que estás, ¿puedes llamar a la consulta para cambiar mi cita del jueves?
Y aquí es donde empieza el Apocalipsis.
Saco el móvil. 1%. Marco el número. Suena un tono. Otro. Y justo cuando oigo el «dígame»… ZAS. Pantalla negra. Móvil muerto. Yo también.
Todo me sale mal, pero con estilo
Vale, me digo. Tranquilo. Lo solucionamos. Le pido el teléfono fijo a mi madre, ese que solo suena cuando llaman del banco o del Vaticano. Pero no recuerda el número de la consulta.
Busco en su agenda. Tiene números de 2004. Encuentro «Dentista – 3 dientes». No ayuda. Me doy cuenta de que mi vida depende de un teléfono que ya no existe y de una batería que se fue al más allá.
Y mientras tanto, mi madre diciendo:
—Deberías cambiar ese móvil. Los de Seguros Mapfre tienen un seguro que incluye móviles, ¿lo sabías?
Sí, mamá, pero no tienen un seguro contra tu insistencia.
El drama en su punto de cocción
Salgo de casa corriendo, cual ladrón de router, en busca de un cargador. Me meto en un bar. Pido un café con cara de «¿me dejas tu enchufe, por favor?». Me miran como si pidiera oxígeno en una joyería.
Por fin, un camarero buena gente me dice:
—Detrás del mostrador hay uno. Pero está ocupado por un tren.
¿Un qué?
Y sí, señoras y señores, un tren. Bueno, un set de modelismo ferroviario, con sus vías, su estación, sus lucecitas y un señor con gorra que parece más vivo que yo.
—Es de mi hijo —me dice el camarero con orgullo—. Lo compramos por Amazon. Le cambió la vida.
A mí me la está bloqueando, pienso.
Y así llegamos a la solución menos esperada
Mientras el tren hace su recorrido feliz, yo sigo sin batería, sin llamada, sin dignidad. Pero con tiempo para pensar. Y mira tú por dónde, mientras observo al maquinista en miniatura mover la manita, me digo:
¿Y si ese es el secreto?
Tal vez, lo que necesito no es más batería, sino más tiempo sin móvil. Tiempo para disfrutar. Para jugar. Para desconectar.
Claro que también necesito volver a llamar a la consulta.
Así que, cargador en mano y con el tren pitando de fondo, regreso a casa. Llamo. Cambiamos la cita. Mi madre feliz. Yo más tranquilo. Y de paso, me pongo a buscar sets de modelismo en Amazon.
No para mí, eh. Para regalar. Aunque… quién sabe.
Moraleja, por si estás en modo filosófico
Todo me sale mal, sí. Pero al menos me río. Porque si hay una mínima posibilidad de que algo falle, yo ya estaré ahí para confirmarlo. Pero también para contarlo. Y si con eso consigo que tú te rías, pues mira, ya ha valido la pena.
Y si alguna vez te quedas sin batería en el móvil justo cuando necesitas hacer una llamada urgente, piensa en esto: tal vez sea el universo diciéndote que pares. O que compres un cargador portátil. O que empieces a montar trenes. No sé. La vida es rara.
¿También has tenido un día de esos donde la tecnología se alía con el caos? ¡Cuéntamelo en los comentarios!
¡ESTAS A UNA CARCAJADA DE DISTANCIA DE LA SIGUIENTE HISTORIA!