Un relato hilarante sobre cómo tomar decisiones aparentemente simples puede cambiar tu destino. Con humor, sarcasmo y un espejo de maquillaje con luz como inesperado protagonista.
Elige tu destino hoy mismo
Todo comenzó con un café… y una ceja rebelde
Mira, yo no sé cómo empiezan los días normales para el resto de la humanidad, pero el mío arrancó con una taza de café, un bostezo eterno y una ceja que decidió independizarse de mi cara. Tal cual. Una ceja anarquista.
Así, sin pedir permiso, se levantó en armas contra la ley del espejo y me gritó: “¡Vas a tomar una decisión hoy!”. ¿El problema? Que yo no estaba lista ni para decidir entre tostadas o cereales, imagínate si iba a elegir mi destino.
Pero ya que estamos, ¿te atreves a tomar tú también esa decisión? Te va a cambiar la vida.
El dilema existencial en el cuarto de baño
Todo empezó cuando me puse frente al espejo. No uno cualquiera, no. Uno con luz LED incorporada, de esos que te hacen ver hasta el alma… o, en mi caso, hasta el poro de la nariz que se convirtió en cráter lunar.
Ahí estaba yo, medio dormida, con el espejo iluminando cada error de juventud (y de ayer también), cuando noté algo. No era mi cara. Era la cara que estaba poniendo. Seria. Reflexiva. Como si fuera a protagonizar una telenovela turca.
Y claro, como buena persona con ansiedad funcional, decidí que era momento de replantearme la vida. ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Por qué tengo 19 pestañas en un ojo y 3 en el otro?
Las decisiones importantes no se toman en pijama… ¿o sí?
Justo ahí, en plena contemplación existencial, mi cerebro me lanzó una pregunta de esas que dan miedo: «Si tuvieras que elegir un solo camino hoy, ¿cuál sería?»
Mira tú qué fácil. Como si la vida fuera un menú del día y yo pudiera decir: “Me pones una vida plena con un poco de éxito laboral, poca ansiedad y de postre… un amor bonito, gracias”.
Pero el espejo, ese condenado con luz celestial, me devolvió la mirada como diciendo: “Pues elige, que no tengo todo el día”.
Y además
Tres caminos, un solo espejo
Y claro, como persona práctica que soy (mentira, pero finjamos), me planteé tres opciones:
- Seguir como siempre: Rutina, quejas, memes de gatos y cafés sin sentido.
- Cambiar de rumbo: Dejar el trabajo, montar un chiringuito en la playa. Todo muy influencer de retiro espiritual.
- Tomar decisiones absurdas que dan miedo pero podrían ser geniales.
Adivina cuál elegí.
Exacto. La número 3. Porque si no te arriesgas a lo loco de vez en cuando, ¿realmente estás viviendo o solo estás suscrito a Netflix?
El espejo no mentía… pero exageraba
Total, que me maquillé. Me peiné. Me miré al espejo y vi a una nueva yo. Una mujer empoderada, decidida, y con las dos cejas en su sitio (¡milagro!).
Y ahí lo entendí: no era el espejo, no era la luz, no eran los polvos matificantes. Era la actitud. Y claro, también ayudó que con esa luz LED, hasta yo me vi como si me hubieran photoshopeado la autoestima.
¿Y qué pasó después? (El giro inesperado)
Salí de casa convencida de que hoy cambiaba mi destino.
¿Y sabes qué pasó?
Me caí por las escaleras.
Sí, sí, te ríes, pero dolió. Aunque más dolió el orgullo. Lo bueno es que mientras estaba sentada en el suelo con dignidad cero, apareció él. Un tipo con cara de no saber si ayudarme o hacer como que no me había visto.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Solo elegí mal mi destino —respondí.
—Te acompaño a elegir otro —dijo.
Y así empezó otra historia. Una de esas que podrías estar viviendo tú ahora mismo… si te atreves a mirarte bien al espejo.
Moralina (de las buenas)
No subestimes el poder de un espejo. No solo te devuelve tu reflejo, también tus dudas, tus risas, tus inseguridades… y, con un poco de luz, hasta tus sueños más ridículos.
Así que si estás pensando en hacer algo distinto, en reinventarte, en elegir tu camino con un toque de rímel y mucho humor… hazlo hoy.
Eso sí: asegúrate de que el espejo te ilumine bien. Porque aunque el destino no lo elige un reflejo, ayuda mucho ver las ojeras en HD antes de tomar decisiones.
El objeto mágico del relato (guiño, guiño)
Por si te lo estás preguntando, sí, el espejo con luz LED era real. Lo encontré en internet y, desde entonces, se convirtió en mi oráculo de baño. Y no solo eso: también me ahorra peleas con la iluminación y me deja la ceja divina en menos de dos minutos.
¿Quieres uno? No porque lo necesites (aunque sí), sino porque quién sabe…
Igual es el empujoncito que necesitas para elegir tu destino sin caer por las escaleras.
¿Te ha pasado algo parecido? ¿Alguna vez una tontería te ha cambiado el rumbo?
¡Cuéntamelo en los comentarios!
Y si te ha gustado este relato, comparte con quien necesite un empujoncito… ¡o una ceja bien peinada!
¡Estas a una carcajada de distancia de la siguiente historia!
Un viaje inolvidable a Nueva York: tres generaciones, mil historias