Justo cuando decidí ponerme serio para estudiar un examen, el universo conspiró con una jaqueca infernal. Te cuento esta historia real, con mucho humor y algo de sarcasmo, que acaba en una inesperada solución que quizá también te sirva.
Molestias de cabeza al estudiar
Me duele la cabeza justo cuando tengo que estudiar para un examen. Ese podría ser el título de mis memorias. Pero hoy, vamos con una historia real, con más drama que una telenovela venezolana y más humor que un meme mal hecho. Porque resulta que el universo, en su infinita sabiduría, decidió premiarme con una jaqueca mortal justo el día que me puse en serio a estudiar para un examen.
Y cuando digo mortal, me refiero a que vi borroso, me tembló el párpado izquierdo y hasta Siri se preocupó por mí.
La noche anterior: motivación y otras drogas
Todo empezó la noche anterior, cuando me senté con una taza de café (sí, el de cápsulas caras que compro solo para ocasiones especiales… como fingir que tengo mi vida en orden), y abrí el temido temario.
—Esta vez sí. Me organizo, estudio con técnica Pomodoro, hago mapas mentales, repaso con colores, subrayo con criterio… —me dije, como si no me conociera.
Terminé viendo vídeos de pollitos tocando el piano y leyendo sobre la neurociencia del interés, porque claro, si iba a estudiar, primero tenía que entender cómo funciona el cerebro… ¡Prioridades!
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Día D: el despertar del mal (literal)
A la mañana siguiente, con ojeras nivel mapache y motivación de lunes lluvioso, me senté dispuesto a memorizar la teoría como si fuera el libreto de una serie.
Pero entonces, sucedió.
Ese leve zumbido detrás de la ceja izquierda. El temido uy, esto es una jaqueca.
Primero pensé que era hambre. Después, tensión muscular. Luego, castigo divino. Al final, entendí que era la vida diciéndome: “Lo que otros logran fácil, a ti te cuesta el triple, campeón”.
Y lo peor es que no podía quejarme en voz alta. ¿A quién le cuentas que estás sufriendo por estudiar sin que se ría en tu cara o te mande memes de Einstein?
Negación, agua y paracetamol
Me bebí dos vasos de agua como si eso fuera a solucionar algo, me tomé un paracetamol con fe (porque el paracetamol es 80% fe y 20% química), y me eché en la cama a ver si se pasaba.
¡NO SE PASÓ!.
El examen no esperaría a que me recuperara con yoga y pensamientos positivos. Así que volví al escritorio, con una manta al cuello como si fuera Gandalf del Iberia Express, y traté de enfocarme.
La iluminación (literal y figurada)
Y en ese momento, entre el dolor punzante y el caos mental, me vino una idea iluminadora: ¿Y si no estudio hoy?
¿Y si dejo de pelear con la vida y me rindo con dignidad?
Pensé: ¿Qué haría una persona sabia, madura y emocionalmente estable?
Y la respuesta fue clara: Reservar un viaje. Pero de esos mágicos, con fantasía, lujo y sin libros de por medio.
Escapismo con estilo
Así llegué a la web donde encontré una experiencia que mezcla magia con descanso: Sí, sí, puede sonar a capricho, pero escúchame.
Imagina esto:
Tú, dejando atrás los apuntes, las jaquecas, el drama… y entrando en un universo donde el estrés no existe, con ambiente oriental, luces tenues, aroma a especias, y un hotel donde hasta el minibar parece tener mejores notas que tú.
¿Caro? No más que la factura del fisio después del examen.
¿Innecesario? Solo si piensas que tu salud mental no merece un cuento de hadas.
¿Efectivo? Yo salí de ahí con cero dolor de cabeza y una sonrisa de anuncio de dentífrico.
Lo importante no siempre es el examen
Claro que al final estudié. Un poco. A mi manera. Pero lo hice con la cabeza despejada, el corazón contento y el alma perfumada a incienso y jazmín.
Porque a veces, el enganche emocional no está en la lucha, sino en el descanso inteligente. En saber cuándo parar y cambiar de escenario.
Y oye, si hay un poco de magia y lujo en el proceso… pues mejor que mejor.
¿Te identificas con esta historia?
Si tú también sientes que estudiar te da jaqueca, si te esfuerzas y el caos te recompensa con más caos, si cada vez que abres el libro te dan ganas de limpiar la nevera… quizá te convenga lo que hice yo: parar, respirar y vivir una experiencia que parece de película.
¡A UNA CARCAJADA DE DISTANCIA DE LA SIGUIENTE HISTORIA!