¿Tus cordones también se sueltan sin explicación al correr? Prepárate para una historia hilarante, muy real y con una solución que no tiene nada que ver con los zapatos… ¿o sí?
Mis cordones tienen vida propia
El día que entendí que mis zapatos me odian, por qué se desatan los cordones al correr sin razón aparente. No es el universo queriendo enseñarte humildad. O sí. Pero también hay ciencia. Y mucha ironía.
El gran misterio: mis cordones me boicotean
Siempre me ha pasado. Me pongo los tenis, los amarro con la fuerza de mil soles, hago un doble nudo que ni Houdini y…
Diez pasos después, zas: cordones colgando como lenguas de perro.
Y no, no es que no sepa hacer un nudo. Por favor. Tengo 37 años, pago impuestos, y sé distinguir entre suavizante y detergente.
Pero ahí están, sueltos.
Siempre.
Cuando corro. Cuando más motivado estoy.
Como si mis zapatos se comunicaran entre ellos:
—Oye, ya va en la tercera vuelta… ¿lo soltamos?
—¡Dale! Que se caiga como Dios manda.
La primera caída no se olvida
Sábado. Parque. Sol. Playlist motivacional.
Estaba yo en mi peak de motivación, sintiéndome como un anuncio de ropa deportiva con fondo de Coldplay.
Y justo cuando paso por donde está mi ex con su nuevo novio, que parece haber salido de un catálogo de calzoncillos Calvin Klein…
¡Me tropiezo!
Y no un tropiezo digno, tipo uy, qué torpe, no.
¡Me tragué el suelo como si fuera pastel de cumpleaños!
El nuevo novio de mi ex: “¿Estás bien, bro?”
Mi dignidad: muerta.
Mis cordones: intactos, sonriéndome desde abajo.
TE PUEDE INTERESAR
El complot silencioso
Pensé que era un error mío. Hasta que lo busqué en Google (donde uno va cuando necesita respuestas y validación emocional) y encontré un artículo que decía:
“Los cordones se desatan por la combinación de la fuerza del impacto del pie y el balanceo del lazo.”
Ahhh, bueno.
Con razón.
Ahora resulta que el “balanceo del lazo” es el verdadero enemigo.
O sea, yo aquí evitando relaciones tóxicas y resulta que el problema estaba en mis zapatos.
La mente exploradora y la venganza final
Después del trauma y la humillación, me dije:
“Al mal tiempo buena cara.”
Y una bolsa de papas. Porque la papita ayuda.
Entonces me puse filosófico.
¿Qué otras cosas se desatan cuando corres y no deberían?
- Tu paciencia.
- Tu autoestima.
- Tu espalda si duermes con la almohada equivocada.
Ah, sí.
Porque resulta que todo esto empezó…
porque me levanté con el cuello torcido.
TE PUEDE INTERESAR
Microhistoria: el día después
La mañana siguiente a mi gloriosa caída, no podía mover el cuello. Dormí tan mal que tuve que girar con todo el torso como Batman del 89.
Fui a correr así igual, porque uno es terco y además porque los domingos me como un bocadillo de culpa y endorfinas.
Pero mi cuerpo me gritaba:
“¡Una almohada decente, por el amor de tus cervicales!”
El giro inesperado (o cómo una almohada me salvó la dignidad)
Un amigo —el mismo que una vez se tragó una abeja por tomar cerveza en un parque— me recomendó una almohada cervical ajustable.
Yo me reí.
Le dije que no era una abuela de 80 años.
Dos noches después, lo bendije.
No solo empecé a dormir mejor, sino que dejé de girar como robot sin engrase.
Y aunque los cordones aún se sueltan (porque no hay almohada que arregle eso), ya no tropiezo.
Porque camino erguido.
Descansado.
Con la elegancia de quien durmió 8 horas sin despertarse con el cuello en modo «palo de escoba».
¿Y tú, también eres víctima de cordones traicioneros?
Si alguna vez te has preguntado por qué se desatan los cordones al correr sin razón aparente, te entiendo.
Te abrazo.
Y te invito a preguntarte otra cosa también:
¿Cuántas cosas en tu vida se están soltando solo porque no estás descansando bien?
¿Qué aprendí de todo esto?
- Nunca subestimes el poder de unos cordones malintencionados.
- Dormir mal te arruina el cuerpo, el humor y hasta la carrera.
- Hay productos que no parecen importantes… hasta que los pruebas.
Y por si acaso…
Si tú también te despiertas con el cuello más torcido que los argumentos de tu cuñado en Navidad…
Te dejo por aquí la almohada cervical ajustable que cambió mis mañanas.
Sin presiones. Pero sí con mucha gratitud.
¿Te gustó este relato?
Comenta, comparte o cuéntame…
¿Cuál ha sido tu momento más ridículo con cordones?
(Prometo reírme contigo, no de ti. Bueno, un poquito sí.)