Perdí el autobús, gané una comedia épica

Una historia divertida y absurda sobre cómo perdí el autobús, caminé bajo la lluvia como un drama de serie turca, y acabé con la cara tan luminosa que parecía un anuncio de Givenchy. Risas, ironía, drama climático y una lámpara de bronceado inesperada.

Caminar bajo la lluvia… y reírme

Todo empezó con una decisión malísima. Yo no sé quién me creo a veces. En serio. Ese día, salí de casa con la confianza de un influencer que va a grabar un tutorial de yoga en el tejado… ¡y se le olvida que vive en Lugo!

Pero claro, la mente hipnotizada por la ilusión de “hoy sí todo saldrá bien” me traicionó. Me puse mi mejor chaqueta (la que parece de Givenchy pero es del mercadillo de los domingos) y salí a conquistar el mundo. ¿Qué podía salir mal? Pues todo. TODO ME SALE MAL, ya te lo adelanto.

Mente atrapada en ideas (absurdas)

La jornada ya apuntaba maneras. Mi jefe me miró como si le debiera dinero. Me olvidé de la comida en casa (mi tupper de arroz que había hecho con tanto amor… o con sobras, no me acuerdo), y para rematar, perdí el último autobús.

Sí, ese que pasa solo una vez como los eclipses solares y que, si lo pierdes, ya puedes ir llamando a tu ex para que te recoja. Pero claro, como me llevo peor con mi ex que con la ensaladilla rusa del bar Manolo… me tocó caminar a casa bajo la lluvia.

Y no una lluvia cualquiera. No. Era una de esas que no llueve, te apuñala con gotas frías en la cara. Y tú sonríes porque, al mal tiempo buena cara, pero por dentro estás llorando como final de telenovela.

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El paseo épico y la revelación cutánea

Imagínate esto: yo, empapado, con el pelo pegado a la frente como si me hubiera bañado con ropa. Mis zapatillas hacían “squish squish” a cada paso, mientras intentaba mantener la dignidad.

Y ahí iba, con mi mente atrapada en ideas inútiles del tipo:

  • ¿Debería haberme quedado en la oficina y dormido en la fotocopiadora?
  • ¿Y si pido un Uber aunque me cobren un riñón?
  • ¿Esto contará como cardio?

Pero entonces pasó algo curioso. Mientras caminaba, y me convertía en una especie de croqueta humana empapada, me crucé con mi reflejo en un escaparate. Y oye… tenía un brillo especial.

No me lo esperaba, pero parecía como si la lluvia hubiera exfoliado mi alma y dejado mi cara más limpia que la conciencia de un cactus. ¡Resplandecía! Como si me hubiera dado un paseíto por un spa o me hubiera bañado en ácido hialurónico.

La revelación post-diluvio y la lámpara mágica

Al llegar a casa (tras lo que fue básicamente un Ironman sin premio), me miré en el espejo. Y no era solo una impresión. Mi cara estaba iluminada. En plan: «¡Hola! Soy yo, la piel radiante que no viste venir».

Fue en ese momento de lucidez (o de alucinación por hipotermia, aún lo dudo), cuando recordé un regalito que me habían hecho y que nunca usé por miedo a parecer una gamba: una lámpara de bronceado.

Y claro, mi lógica post-traumática fue:
“Si la lluvia me ha dejado así, con la lámpara… me pongo nivel influencer de Givenchy”.

Así que, sin pensarlo demasiado (porque pensar con los calcetines empapados no es humano), la enchufé, me preparé, y ¡zas! Diez minutos después, parecía recién llegado de unas vacaciones en Mallorca. Bueno, con un toque naranja… pero eso se regula.

Moraleja (sí, esto tiene una)

Podría haber llorado, quejado o puesto un tweet pasivo-agresivo. Pero no.
Decidí reírme de la situación, sacarle partido y salir del apuro como un divo de las trincheras urbanas.

Y ahora que lo pienso… caminar bajo la lluvia es como la vida: incómodo, imprevisible, pero si lo haces con gracia (y buena crema hidratante después), puedes sacarle brillo.

Beneficios de una lámpara de bronceado en tu vida gris

 

  • Te devuelve el tono tras haber pasado tres inviernos seguidos en modo “cueva”.
  • Engaña al espejo: pareces feliz incluso cuando te echan del grupo de WhatsApp.
  • No necesitas sol, ni playa, ni vacaciones ni jefe simpático.
  • Ideal para cuando todo te sale mal… y necesitas una pequeña victoria.
¿Y tú? ¿Qué harías si te pasa algo parecido?

Cuéntamelo en los comentarios. No me dejes solo en este naufragio con glamour.
Y si conoces a alguien que necesita un poco de humor, un paseo bajo la lluvia o una cara brillante, ¡comparte esta historia!

¿Has tenido uno de esos días donde todo se complica? Pues ríete un rato, con esta historia.


¡A UNA CARCAJADA DE DISTANCIA DE LA SIGUIENTE HISTORIA!

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